Acudir al psicólogo y no estar loco

Existe un gran desacuerdo acerca de los psicólogos, en ocasiones los medios de comunicación muestran una imagen que dista mucho de la realidad. Por ello podemos pensar que acudir a un psicólogo no es relevante.
Esta idea errónea suele causarnos más problemas cuando se presentan alguna dificultades emocionales o, en casos extremos, trastornos mentales severos, pues tendemos a no reconocerlos y negar estas anomalías como conflictos psicológicos que afectan nuestro entorno laboral, social, escolar y familiar, y que sí deben ser tratados por un especialista.
De la misma forma, tendemos a pensar que siempre podemos resolver nuestros problemas por nosotros mismos. También surge el prejuicio de que el tratamiento psicológico es sólo para los locos o débiles, porque no son capaces de resolver sus problemas por si mismos.
Se considera un buen inicio cuando las personas aceptan que existe un problema, ya sea en ellos mismos o en algún miembro de la familia. Esta actitud muestra una posibilidad de tratar de cambiar la situación.
La intervención psicológica en niños y adolescentes es muy importante, especialmente por su función preventiva.
Los adultos, en momentos de crisis podemos experimentar la sensación de confusión y desesperanza, pensando que no existen alternativas y que “tocamos fondo”. Este es precisamente el momento indicado para acudir y comprometerse a seguir un tratamiento, no sólo con el psicólogo, sino con nosotros mismos.
Parece una evidencia, pero hay que acudir al psicólogo siempre que lo necesitemos. Cada persona es la más cualificada para decidir si necesita pedir ayuda a un experto. En cualquier caso debe sonar la voz de alarma en estos casos:
Si se encuentra mal físicamente sin que haya una razón fisiológica concreta para ello.
No duerme lo suficiente o duerme demasiado tiempo.
Todas las personas de su entorno cercano le sugieren que busque ayuda.
No consigue establecer relaciones sexuales o amorosas satisfactorias
Le resulta difícil establecer relaciones cordiales con las personas.
Siempre está cansado.
Pierde interés por las cosas y tiene la impresión de vacío o siempre está triste
Tiene dependencia del alcohol, drogas, medicamentos, juego o comida, aunque sea mínima.
Está muy nervioso o cansado y salta a la mínima contrariedad
Es incapaz de tomar una decisión importante
Ha sufrido un trauma o problema grave o un cambio radical en su vida
Sufre preocupaciones, miedos o fobias que le coartan la libertad.