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Amores que matan


Este año, el pasado, el próximo…. Datos estadísticos anuales, mensuales, diarios, sobre asesinatos de mujeres a manos de “sus hombres”.

Nos movilizamos socialmente en su contra, aprobamos leyes que impidan que esto ocurra con tanta facilidad, debatimos en programas de radio, T.V, organizamos campañas antiviolencia de género, escribimos líneas como estas, intentamos crear conciencia de reflexión, actitudes de solución.

En fin, todos sabemos que es un desafío poner freno a la violencia, pero también es una obligación recoger las esperanzas y sufrimientos de estas mujeres.

Las modalidades de violencia van desde la agresión física a la violencia sexual, la económica y la psicológica. Aunque solamente la primera suele tener resultado de muerte en multitud de ocasiones y es la que todo el mundo puede ver y en la que casi siempre pensamos cuando hablamos de violencia doméstica, me gustaría hacer referencia y reflexionar sobre la violencia psicológica; ésta se detecta con mayor dificultad, las huellas que deja no se pueden fotografiar, no son fáciles de demostrar (ni a tus seres queridos, ni a la policía, ni a los jueces, ni a una misma a veces).

La violencia psicológica es despreciar a la mujer, hacerla creer merecedora de abusos, aislarla, hacerle el vacío, intimidarla, amenazarla, utilizar a los hijos para hacerle sentir culpable…

Nos preguntamos repetidamente:¿Y por qué aguantan esto las mujeres maltratadas?

Una persona (mujer, hombre, niño) abusada psicológicamente queda incapacitada para expresar la situación por la que atraviesa; no es fácil convencer a una mujer que vaya a pedir auxilio cuando se cree merecedora de lo que le está pasando. La mujeres maltratadas se vuelven codependientes de su marido, de ahí frases como “en el fondo le quiero” “no nos separamos porque a pesar de todo nos queremos”.

También la familia y la Iglesia juegan su papel, un papel de animadores de continuar esa relación “aguanta por el bien de los niños” “no tienes derecho a privar a los niños de un padre”, no es mi pretensión hacer apología del divorcio, pero ¿qué es mejor, tener un padre que maltrata a su madre y luego maltratará a sus hijos, o no vivir cerca de ese padre? En ocasiones la separación es mucho menos dañina para todas las partes, incluida la del maltratador.

Otras veces el hecho de no separarse es por temor a perder una seguridad económica para ella y para sus hijos, sobre todo en mujeres sin preparación ni experiencia laboral anterior.

En ocasiones, no siempre extremas, la mujer no se separa por recibir amenazas de muerte si lo intenta.

Pero quizás la frase más común que justifica que una mujer no se separe a pesar de ser maltratada es “no me separo por mis hijos”. Parece una respuesta válida, pero si la analizamos profundamente descubrimos su inconsistencia. Sucede que en una situación de violencia los hijos también sufren. El crecimiento en una atmósfera de miedo, tensión y terror influirá negativamente en su desarrollo emocional y más tarde se manifestará en abandono escolar, uso de drogas, desórdenes psicológicos y en agresividad y violencia.

Las manifestaciones de violencia psicológica más comunes quedan reflejadas en la siguiente relación:

a) Abuso verbal: Rebajar, insultar, ridiculizar, humillar, utilizar juegos mentales e ironías para confundir, etc.

b) Intimidación: Asustar con miradas, gestos o gritos. Arrojar objetos o destrozar la propiedad.

c) Amenazas: De herir, matar, suicidarse, llevarse a los niños.

d) Abuso económico: Control abusivo de finanzas, recompensas o castigos monetarios, impedirle trabajar aunque sea necesario para el sostén de la familia, etc.

e) Abuso sexual: Imposición del uso de anticonceptivos, presiones para abortar, menosprecio sexual, imposición de relaciones sexuales contra la propia voluntad.

f) Aislamiento: Control abusivo de la vida del otro, mediante vigilancia de sus actos y movimientos, escucha de sus conversaciones, impedimento de cultivar amistades, etc.

g) Desprecio: Tratar al otro como inferior, tomar las decisiones importantes sin consultar al otro.

Quiero terminar haciendo referencia a muchos hombres, que también sufren este tipo de violencia psicológica y que aunque afortunadamente no son equiparables en frecuencia a las mujeres que la padecen, sin duda ahí están y merecen el reconocimiento (aún más difícil que en la mujeres) y el apoyo de la sociedad en general y de instituciones más específicas.

Que unas y otros no olviden que el amor no debe doler y mucho menos matar.

Carmen Villaverde.


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