UN LAZO...

Esta mañana, ofreciendo a un adolescente un lazo rojo para recordar y conmemorar la lucha contra el SIDA, recibí una respuesta inesperada, o no tanto…Esta fue: “error, yo no soy de esos” acompañada de una mirada entre descortés e intimidatoria, leí en ella que, ofreciéndole un lacito rojo, había puesto en duda su masculinidad.
Mi acción interna, inmediata a la suya, fue ponerme en la piel de un adolescente LGTBI y…sentí con mucha fuerza el peso del estigma de ser diferente. Su actitud hostil me hizo sentir una mezcla de emociones, que juntas están escribiendo ahora estas palabras.
Dejo salir la rabia, rabia de ver que las posturas homófobas son abiertamente exhibidas como una necesidad de desmarcarse con claridad de las minorías.
Dejo salir la pena, pena de que algunas personas no sepan sentir el bienestar psicológico que produce el ponerse en el lugar del otro.
Dejo salir el miedo, miedo de las mayorías que agreden y de las que callan…
Dejo salir esperanza y optimismo, esperanza porque sé, que al margen de todas las dificultades, educando en la empatía, conseguiremos garantizar que la expresión de los afectos y de la sexualidad sea natural y se haga en libertad; y optimismo porque es el mejor modo, a veces el único, de encarar los problemas y buscarles soluciones.